Históricamente, el arte fue motivo de admiración y expresión del ser humano. Sus piezas son auténticos testigos de nuestra historia, trascendiendo de las épocas en las cuales fueron realizadas para enseñarnos sobre sus culturas y tradiciones. Las técnicas fueron variando con las generaciones, adaptándose a las innovaciones tecnológicas. A lo largo de la nota, vamos a explorar esta relación y cómo el mundo virtual está transformando nuestra concepción del arte.
Arte e innovación
La palabra “innovación” suele relacionarse con la tecnología digital y las recientes funcionalidades que aparecen en él. Sin embargo, el arte siempre se encontró a la vanguardia de los avances tanto desde un aspecto social, cultural o industrial. El arte, como un modo de expresión, es un fiel reflejo de la mentalidad de una época, y esto se encuentra claramente influenciado por muchos factores.
Sin embargo, su relación tan estrecha con la tecnología no surgió hasta la aparición de Blockchain. En 2008, dentro del proyecto Bitcoin, surgió también este sistema de seguridad, prácticamente impenetrable. Originalmente, el blockchain se desarrolló para garantizar seguridad en las transacciones con criptomonedas, a través de técnicas criptográficas que le brindaban transparencia y privacidad entre usuarios.
Con el gran desarrollo del Bitcoin, era de esperar que el blockchain también comience a desarrollarse a pasos agigantados. En 2017, ya poseía un valor mercantil que superó los 700 millones de años, según indica el analista de mercados WinterGreen Research.
No obstante, la noción de arte como activo digital aún no estaba muy definida.
Hasta el momento, la mayoría de los artistas digitales ya contaban con muchos años de experiencia en diferentes plataformas de edición. Estas tecnologías ya tenían mucho tiempo en el mercado, motivo por el cual ya circulaba mucho material en las redes: ilustraciones, vectores, gif animados, música, videos, entre muchos otros. El modo de monetizar este material se limitaba a eCommerce, en los cuales los diseñadores contaban con su catálogo utilizando las divisas tradicionales, de la misma forma que lo realizaría una tienda común y corriente.
Esto tenía sus inconvenientes: el material digital es muy accesible y puede ser duplicado indefinidamente. La venta de una ilustración podría significar la diversificación de ese material y su uso no autorizado. Muchos artistas se encontraban reacios a innovar en la tecnología justamente por este motivo, y porque además, el incentivo económico no era el mejor.
Para ese entonces, la mayoría de los artistas eran independientes, o lo hacían como un pasatiempo.
No obstante, no pasaría mucho tiempo hasta que la tecnología encontrara esta brecha.
Primeras incursiones en el mundo cripto
En 2012, se crearon los “Colored Coins” de Bitcoin, el primer proyecto similar a lo que hoy conocemos como NFT. Estas “monedas coloreadas” permitían asociarlos a una cantidad de Bitcoins, y se convertía en un modelo representativo de cierto valor. También podían servir para representar otros valores como acciones, dólares, euros, títulos de propiedad física, o cualquier cosa en general. Básicamente, su función era representar una propiedad que los usuarios puedan utilizar para simplificar las transacciones con un sustento confiable.
Aunque actualmente ya no se utilizan con tanta frecuencia, esta aparición marcó una tendencia en el mundo cripto que comenzaría a desarrollarse en otras tecnologías. La idea de representar un valor, tal como suelen hacerlo físicamente los títulos de propiedad, por ejemplo, eran un concepto nuevo e innovador nunca antes visto en el mundo digital. Aunque su éxito fue efímero, la idea quedó rondando el ambiente hasta que llegó el nacimiento de los NFT.
La primera pieza de arte comercializada por NFT sucedió en 2014, por Kevin McCoy, con su obra “Quantum”. La misma fue vendida a casi 1,5 millones de dólares en una subasta muy peculiar para ese momento. Éste fue el comienzo de una revolución en el mundo del arte que años después se desarrollaría a pasos agigantados.
En 2017 llegaron los CriptoKitties, un juego basado en Blockchain que operaba con la criptomoneda Ethereum que permitía coleccionar gatos virtuales con características únicas. Los CriptoKitties no eran más que imágenes que se transaccionan con NFT como activos que no podían ser duplicados y fueron el primer intento de implementar Blockchain para la recreación y el ocio. Ese mismo año, este juego ganó mucha popularidad y congestionó a la red Ethereum, lo que demostró un máximo histórico de transacciones.
Sin embargo, lo que hacía especial a estos cripto-gatitos eran el hecho de su rareza. Cada uno de ellos era único e intransferible, a no ser que su propietario decidiera venderlo. Ésta también fue la clave de su éxito: cuanto más raras y exóticas eran las características del felino, más elevado era su precio. Este “experimento” sentó las bases de un futuro mucho más diversificado y profundo en los próximos años.
Una revolución del arte digital
El boom de los NFT sucedió a finales de 2020. En este momento, muchos artistas gráficos ya tenían en la mira esta tecnología que se venía desarrollando a pasos agigantados. El artista Beeple pasó al olimpo de los grandes gracias a los NFT. Él había oído hablar de los token no fungibles y comenzó a valorar la idea de convertir sus obras en este tipo de archivos, en lugar de los clásicos JPG. En diciembre de 2020 ya había publicado 21 NFTs a la venta, a un dólar por obra, como una suerte de experimento para probar sus ventajas. Su éxito fue tan grande que en marzo de 2021, tan solo algunos meses después, organizó una subasta online donde vendió una obra de arte por 70 millones de dólares.
En ese mismo año, el artista NFT pasó a formar parte de los tres más cotizados, compartiendo el podio con David Hockney y Jeff Koons, aunque él mismo no se considera un artista como tal.
El NFT no nació con Beeple, pero sin dudas esta subasta colocó a esta tecnología Blockchain en el centro de las miradas. Los especialistas aseguraron que esto no sólo afectó al valor de los NFT, sino que también al ecosistema de las plataformas digitales que se encargaban de estas transacciones.
Con estos sucesos, se comenzaron a asentar las bases del coleccionismo digital, a través de herramientas que permitían la propiedad de estos activos, tal como sucedía con las obras físicas. Además, desplazó a los típicos intermediarios que tradicionalmente gestionaban las subastas y venta de estas piezas originales. Anteriormente a los NFTs, muchos artistas debían adaptarse a comisiones muy altas que generalmente, excluían a la gran mayoría de los que intentaban incursionar.
La democratización de la venta y producción del arte, generó un ambiente propicio para la expansión de la expresión humana, y más aún para artistas con menos infraestructura. Poco a poco, tanto los artistas más renombrados como aquellos que buscan dar a conocer sus trabajos, fueron apareciendo con sus propios NFTs para encontrar sus compradores.
Este crecimiento exponencial generó una sobreoferta, ya que miles de diseñadores se vieron atraídos por las oportunidades que ofrece esta tecnología y subieron sus trabajos a montones. Sin embargo, el futuro aún sigue siendo incierto y no solamente dependerá de los trabajos que puedan llegar a realizar, sino que también pueda estar acompañado de personas que estén dispuestas a adquirirlas.
Actualmente, los críticos y expertos en arte aún tienen opiniones muy divididas sobre implementarla en el mundo de los NFTs, aunque ciertamente, aún es muy pronto para definir si se trata de una moda o de una verdadera revolución. A nuestro entender, como se comentó anteriormente, el arte debe adaptarse a las vanguardias, motivo por el cual es inevitable que lo continúe haciendo.
Si el mundo cripto continúa creciendo, también lo hará el arte en sus diversas modalidades, y buscará nuevas oportunidades para la comunidad de diseñadores, ilustradores y músicos que se aventuran en él.
Conclusiones
Luego de haber analizado y haber hecho un breve recorrido por la historia de la relación entre el arte y los NFTs, podemos llegar a varias conclusiones. Para comenzar, podemos determinar que el arte, como forma de expresión, no es algo estático. Con el pasar de las generaciones, se transforma buscando nuevos medios para definir nuestra condición humana. Por esta razón, no sería conveniente cuestionar su implementación en este tipo de tecnologías, puesto que éste es un proceso de adaptación en el que el arte siempre estuvo sujeto.
El blockchain llegó como una nueva oportunidad para artistas y coleccionistas, motivo por el cual probablemente nos encontremos ante un nuevo abanico de oportunidades. Aún estamos en etapas muy tempranas, ya que éste es un proceso que está funcionando hace menos de una década, motivo por el cual sólo resta esperar y especular sobre lo que sucederá.
Es probable que a futuro, con la implementación del metaverso y nuevos entornos virtuales, la generación de contenidos comience a realizarse mayoritariamente bajo esta modalidad. Es por esta razón que no podemos descartar que el arte deberá introducirse en este mundo y poder hacerlo de la forma más segura y transparente para sus creadores o compradores.
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